El día estaba al borde del precipicio, esa línea que dibuja la luna con trazo gordo, de lápiz blando. Pero aún quedaban muchas cosas por hacer. Odia ir de compras, pero le encanta ir al supermercado del polígono industrial, donde cada esquina parece sacada de unos grandes almacenes abandonados de videojuego, con papeles de periódico volando en círculo, el asfalto gris, y el capitalismo decadente palpable en el ambiente enrarecido. Hoy todo era diferente, hoy había hecho sol, el suelo aun estaba tibio, y había que comprar pinzas.
El 28 de noviembre de 2011 fue lunes, si no me equivoco.
ResponderEliminarEl 28/11/11 fue un día crucial en mi vida. Y esto no es una ficción, lo he comprobado hace un momento.
En Fuerteventura, hacer la compra siempre es un poco como ir al centro comercial de las afueras.
Alrededor, las montañas de Marte. Al otro lado, las playas más inmensas. El viento podría dar vueltas a las casas, por los aires. Pero no.
Hay panadería alemanas y los supermercados andan sobrados de zumos y marcas de cerveza barata y rica.
Estudios de diseño. Academias de Pilates o yoga.
Médicos que conocen bien el cuerpo en decadencia.
Eso es lo que hay.
Y ¿cuándo volveré?
Y es que se está bien en Fuerteventura. El drama se puede enquistar, hay algo que da templanza para afrontarlo.
Es un gran lugar para iniciar una novela de espías: nadie se lo espera.
Y, si viajas con poca ropa, lo primero que haces cada vez que vas a un sitio así, es comprar pinzas.