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se me olvidó |
Pues de repente sonaron un montón de fuegos artificiales a lo lejos, en la penumbra, y vieron a muchas personas deambular por la oscuridad más negra, pero solo eran sombras, sombras en el paraíso, y ellos se limitaron a mirarlos desde la comodidad del maletero, un maletero demasiado lleno de cosas inservibles, pero que para ellos significaba un mundo de almohada, pureza, y suciedad a un mismo tiempo. No sabían de qué iba el asunto, pero se limitaron a observar las siluetas que paseaban por el horizonte, justo donde se cortaba el sol con la hierba seca, amarilla, y más seca una vez más, con el maletero abierto, la camisa cerrada, el tupé recien hecho, y vieron reflejos de lo que sería el día siguiente en la defensa del coche ajado, otro día tan demente como el de hoy, sin salida, pero con sueños.