garry winogrand
Cuando me desperté, seguía sonando la cinta de joy division
que había puesto hacía unas horas en un cacharro de nueva tecnología alemana.
Por lo visto, esta máquina era tan sublime que rebobinaba las cintas ella sola.
Una maravilla. Pero una maravilla solo por poner bandas sonoras a mis noches de
insomnio, mis noches de escribir, mis noches de cigarrillos encendidos en el
cenicero hasta que se consumen por aburrimiento. Llevaba ya muchas noches de
esas, y no quería continuar. Pero así era, y así lo quería en cierto modo.
Joy division sonaba entre interferencias de la cinta. Eran
unas grabaciones que había encontrado en Internet, en una de esas noches de
bucear en lo ajeno y encontrar cosas que te hacen creer más en la vida. Me
gustaron muchísimo y las pasé a cinta de casete por hacer la tontería. Siempre
fui muy fan de ian curtis y de su belleza destartalada y suicida. Alguna vez le
amé en silencio.
salí a la calle sin ganas. entré en la cafetería más mugrienta que encontré. un café. y la vida pasaba detrás del cristal. yo tenía estricnina en el congelador, y a unos pocos metros, rompían un escaparate por San Valentín.
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crear unicornio analógico con cintas recicladas y girar con el boli
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