domingo, 4 de enero de 2015

lo ambulante

william eggleston


Y sin embargo creías que no había más vida además de tu salón y tu tele y tus cosas de navidad puestas encima de una mesa adornada de navidad con comida de navidad y velas de navidad. Y la novedad fue que había gente gritando en la calle, y saliste a la vida, y te pediste un bocata de mala muerte en el primer puesto que encontraste y comiste fluir, bebiste del volcán de la realidad, y un niño te pisó, y una señora te maldijo cien veces, y diste otro bocado al pan del trabajo. Porque la vida, amiguín, es eso. Un volcán de cosas tiernas, y cosas feas, y cosas blandas, y cosas duras, y el fluir de la ternura y lo malo al mismo tiempo, y contradicciones, y dudas bañadas de falsa seguridad, gente con acné, películas de cavestany, señores sin tiempo, mujeres con joyas, señores con joyas, y mujeres con cicatrices. Moratones de la calle, heridas que no sangran, palabras malsonantes y cunas de bebés.
¿Te acabaste el bocata? Ahora escúpelo todo, y escríbeme algo nuevo, algo que me sorprenda. ¿Capaz? Te quiero.

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