viernes, 2 de enero de 2015

hueles a humedad

vivian maier



Sonaba una ronca voz femenina cantando una versión de house of the rising sun, siempre habías gritado esa canción a la almohada, cuando todo iba mal. Te encantaba el bajo. Y gritabas desgarrada, de la misma forma que amabas a ese chico con el pelo revuelto y una hoguera dentro de su pecho hundido. Te desgarras con su boca, te desgarras con tu ciudad, te desgarras el jersey viejo, te desgarras con la bicicleta que chirría. Te disfrazas cada día con tu mejor sonrisa, y la gente aplaude, y solo cuando baja el telón les mandas a la mierda. Cuenta hasta diez. Con los dedos que no sientes. Con los dedos de las dos manos. Seliquín. Pero con tiento. Estás al lado del mar. Los barcos están atracados perfectamente a tu derecha. Atracan un banco justo en el mismo momento en el que te colocas la boina de pana color verde, te alisas el faldón de ese bonito vestido que te regalaron por Pascua, el de quedar bien, cuentas hasta diez con las manos, nadie te ve. Vas por el quinto dedo. 50%. Te queda justo la mitad. Te queda justo la mitad de tu vida para echar a correr, huir, justo antes de que todo empiece a arder. Déjalo todo atrás. Y avanza. Huye. Nunca te pares. Que no te pille el fuego de la Ciudad. Ya lo llevas dentro, no hace falta que te invada un fuego negro que huele a humedad. No lo quieres.
Solo son restos de un incendio.

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