jueves, 5 de febrero de 2015

chulas y famosas


madi ju




Tengo el recuerdo grabado a fuego en la memoria. Solía bañarse a partir de marzo en la playa. La observaba todos los días, era una especia de amor voyeur y amistad inexistente. Elegante, salía del agua, y siempre hacía la misma operación. Cogía un palillo y se recogía el pelo. Se frotaba la arena en la humedad del bañador negro. Abría la mochila verde, cogía un cigarrillo, me daba la espalda, y mirando al mar, se lo encendía, lenta, cuidadosa y elegantemente. No sentía jamás el frío, y lo fumaba tranquilamente mirando las olas, y a la otra gente que también la imitaba en su locura de temporada. Con el pie hacía pozos en la arena. Ella era el dulce aderezo salado de mis paseos por la playa, cuando me regalaba mi media hora de soledad escogida, y me impregnaba de la realidad, de otras personas, de la realidad de otras personas, de lo que se vive, de lo mágico de cada esquina, y de lo brillante de lo banal. Y de sus baños en el mar, que luego volcaba en el colectivo unicornio.




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