jueves, 5 de febrero de 2015

la vida sexual

stephen shore


¿Y ya está? Un triste huevo frito, con la yema seca, y los ribetillos quemados. Pues vaya. Al menos el plato era bonito. De esa vajilla vieja. Pero no podría mojar el pan en la yema. Joder. De todos modos, qué más da. Habíamos estado toda la tarde en el monte, recogiendo setas, las más bonitas, esas que no se deben comer, las más coloridas, las más brillantes, nos dejamos encaprichar del infierno. A sabiendas de que estábamos escogiendo la pastilla errónea. Con una sonrisa.
Sonaba de fondo ride a white horse y las hojas del calendario se despegaban de la realidad. Nosotros nos pasamos todo el invierno al otro lado del Río, entre nieve, con muchas capas de ropa, y vino del rico. Hacíamos el amor y apenas comíamos. En la nevera, el eco era cada vez mayor. Pero teníamos unos platos viejos, huevos de la gallina de casa, y la casa ardía por dentro. Libros de contracultura eran nuestras estanterías. La anarquía era la base del salón, y lo queer, estaba debajo de los vinilos. Hacíamos fuego al mirarnos, y cada día estabas más guapo. ¿Cómo lo haces? Empieza a nevar.






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