domingo, 1 de febrero de 2015

las manos dentro del agua

my little dead dick



Eran días raros. Días en Gijón. Todo lo excéntrico que puede ser vivir en esta ciudad. Cada día aspirábamos a días salvajes, como la película. Tú llevarías esa camiseta interior blanca de tirantes de los años cuarenta, que os sienta tan bien. Y bailarías alguna canción de Xavier Cugat delante de un espejo roto por la humedad y el paso de la gente por esa habitación de hotel completamente destrozada. Pero en ese momento, os miré, en aquel salón, a los tres, riendo ebrios de vida, ebrios de ese momento, sentíais el confort del suelo debajo, y toda la incomodidad del mundo se había quedado de puertas para fuera. El mundo se había quedado gélido en la calle, y aquí, aquí estábamos, pasando las horas sin sentir la manecilla atravesada en la ventana. Y como en la canción, a veces pensaba que no sabía quererte. Gestionar estas sonrisas no es sencillo, y a veces, se te desgarra una herida preciosa que se cierra cuando se abren las cortinas y entra la luz de nieve, en una casa increíble desde la que se ve toda la ciudad. Toda esta ciudad. La ciudad vampira. Esta ciudad, que sin quererlo, amas y odias al instante.

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