domingo, 8 de febrero de 2015

trilogía de Gijón: parte II

olivia bee



La noche. Tremenda hasta X hora. Decadente a partir de Y. Insoportable desde Z. Vuelves a casa caminando. Por el muelle. Y piensas en esa sonrisa que dejas aparcada, que a ti te dura. Piensas en cómo él brilla, entre la gente, entre el humo. Te miro desde el umbral de la puerta, en silencio. El mundo grita alrededor. Hoy la noche está enfadada. La luna está faltosa, y juega con nosotros como dados de muchas aristas. Sin embargo, ahí estoy de pie, mirándote. Y te mueves entre la gente, y sonríes, ajeno a todo, y dentro de la vida, en el fondo de la vida. Hoy estás tremendo, y me duele la cabeza. Me duele la cabeza de mirarte. Bendita migraña. ¿Sabes? Muchas veces te observo en la noche, para luego escribirte. La noche puede ser insoportable. Nos quedamos un ratín en Casa Baizán, en la esquina del hasta luego, y del te escribo en un rato, del vaya gula y te pierdes en lo oscuro de la calle, como si fuera un olvido inmediato, como si la noche te absorbiera. la noche. Tu cuello de la camisa, música de sintetizadores, tu mirada que me mata lentamente, y poco a poco yo me consumo al mismo tiempo que el cigarro, y me deshaces, me deshaces, me deshaces en un puzzle, imposible de recolocar. Y ahí estás, rodeado de lo tenebroso, con tu halo de humo, con tu halo de gigante, y tengo tu mirada en la médula, y exploras dentro a tu antojo, y me dejo investigar. Y te rascas la cabeza, y te tocas las patillas, y vuelves a sonreír. Y siguen sonando los sintetizadores de algún tugurio de mala muerte. Y me vuelvo a suicidar con cada una de tus sonrisas. 



1 comentario:

  1. Todo era de color gris marejada. Las olas de las vidas grises golpeaban con fuerza en el temporal de alcohol y química que asola ciertos barrios cada seis días. Mi lancha, bregada en galernas pero aún así zozobrante, capeaba las idas y venidas con más oficio que intención, en la oscuridad, en la oscuridad de color gris marejada. Cuando levanto la cabeza, un haz perfecto, firme y potente lo iluminaba todo, imponiéndose sobre las linternas asustadas de quienes llevaban una advertencia en la mirada. Es el faro que grita "¡Casa!", qué promete un refugio entre acantilados. Sólo seguí su estela y todo volvió a ser cómo ni siquiera soñaba de pequeño.

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crear unicornio analógico con cintas recicladas y girar con el boli

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