domingo, 15 de febrero de 2015

trilogía de Gijón: parte III





Parecía que de forma lenta e impasible la vida continuaba. En los restaurantes chinos. En los bares de comida rápida y grasienta. En la corriente continua de la calzada. La gente viene y va. Y viene y va. Y el señor que pone trozos de pizza se mira una vez al día en el reflejo de la cafetera, y no le gusta lo que ve. Y a ti no te gusta esa pizza, pero la saboreas, porque es lo que tienes ahora mismo contigo. Además de un café humeante para llevar, que sabe un poco a mar y otro poco a cansancio. Pero sigues sonriendo. Siempre sigues sonriendo. Tu sonrisa es revolución. Y a mí tu sonrisa me pierde, y me droga. Y la vida, esa de la que tanto hablamos, continúa bajando las escaleras de un karaoke, que parece que no conoce nadie, pero que tiene sus acólitos cada jueves, y cada viernes, y cada lunes, y cada versión se la conocen. Las letras se rellenan de rosa, y yo de cerveza, y de alcohol, y hoy soy feliz aquí, en los bajos fondos de la ciudad, cuando todos duermen, salvo nosotros. Que aquí estamos, cantamos con gente que no conocemos de nada, coreamos canciones en voz ronca, y bailamos lo llorable. Aquí, la gente canta a la misma velocidad que olvida. Y aquí, cuando nadie se acuerda de nosotros, y donde nadie sabe dónde estamos, sonreímos. La atmósfera pesa, y es húmeda. Y detrás de la barra intercambian besos que saben a plástico, y los neones de fuera están parpadeando, y el azulejo blanco hoy está sucio, y al igual que los neones, yo estoy confundida. Pero feliz. Contigo. Con vosotros. Volvamos aquí, no salgamos de este paraíso. La vida impasible Cavestany manca. Gijón manca. Pero de vez en cuando, suenan las gaviotas. Y los subtítulos se rellenan de color. Letra a letra. Poco a poco. ¿Y eso es la esencia, no? Resistir, resistir, resistir, y vencer la canción.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

crear unicornio analógico con cintas recicladas y girar con el boli

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.